SONIDO Y FANTASÍA
Impresiones de la Clínica de Composición Sonora
Varios de los asistentes conocíamos a Hernán de un taller anterior, también con sonidos, que incluía nociones de radio-arte, entre algunas otras cosas.
La diferencia entre aquel encuentro y éste creo que estuvo marcada no tanto por los contenidos, sino por la actividad propuesta para abordarlos. Hubo una invitación permanente a que tomemos conciencia de los sonidos que el oído registra, y a que nos animemos a ir un poco más allá de la escucha habitual. Hernán nos propuso adentrarnos de manera profunda en la experiencia de escuchar, como una instancia necesaria para poder comunicar ideas a través de los sonidos. La analogía fue la siguiente: “de la misma manera en que antes de escribir aprendemos a leer, antes de expresarnos sonoramente debemos aprender a escuchar”. Ésta creo que fue la idea clave que guió el desarrollo de todo el taller. Conocer el lenguaje, los recursos y las variantes e inflexiones que un mismo sonido es capaz de poseer.
Se realizó la distinción entre 3 formas diferentes de escuchar: 1) la escucha causal, referida a la causa que genera determinado sonido, 2) la escucha semántica, que involucra el sentido que le damos a un sonido y 3) la escucha reducida, que sería la forma neutra de escuchar un sonido, despegándolo del objeto que lo produce y del significado que se le pueda asignar. Más adelante se distinguió también en categorías de sonidos: descriptivos, narrativos, expresivos y ornamentales. Y se diferenció entre la música diegética y extra-diegética. Finalmente se realizaron varios trabajos de composición sonora que fueron producidos grupalmente. Algunos de ellos se compartieron y para otros no hubo tiempo, pero quedaron registrados en formato digital.
Pero como todo evento sonoro arranca desde el silencio, Hernán nos propuso un texto acerca de John Cage, un artista que ha experimentado en este sentido, llegando a componer una pieza ya emblemática llamada 4’33’’, cuya armonía se construye a partir de los sonidos que impregnan la sala en el momento en que se ejecuta la obra.
Haciendo memoria en mi experiencia de escuchar, buscando en mi background personal, me acordé de algunos acercamientos a la idea del silencio como algo que en verdad no existe (y hay toda una explicación física y científica de esto, que tiene que ver con las vibraciones y las frecuencias). El silencio es eso que está, pero no está, es el nombre que le damos a la ausencia de intención de decir. Pero ocurre que esa ausencia siempre se llena de algo. La nada no tiene sonido y entonces el silencio no existe. Lo que existe, en todo caso, es una capacidad sensorial y una actitud de escuchar.
El artista Jorge de Oro, músico de la comarca andina de Río Negro, me dijo un día que “toda expresión sonora sólo puede ser tal a partir del silencio y de la experiencia de aprender a escuchar desde allí”.
Hace poco también algunos compañeros de FM Alas de El Bolsón, contaban que hubo un momento en que se quedaron sin relato, sin nada nuevo que decir, Y entonces se plantearon empezar a escuchar qué decían los otros, qué decía el pueblo, qué se decía por ahí, para nutrirse de ideas y volver a empezar a expresar cosas que tuvieran que ver con el lugar donde viven y desde donde ellos construyen su mensaje radiofónico.
En este mismo sentido creo que se apoyaba la idea de Miles Davis de que “si no hay nada nuevo que decir con un fraseo de trompeta, es mejor dejar el silencio”. Es como dejar de producir sonido para ver que se escucha en ese lugar.
Se me aparece ahora una imagen disparada por Atahualpa Yupanqui
en una entrevista, con ese talento de poeta espontáneo que tenía; decía que la madera de una guitarra fue antes parte de un árbol, y esa experiencia del árbol de escuchar durante años el sonido de los pájaros que se posaron sobre él es lo que define su sonoridad (imposible abstraerse de la imagen del árbol en silencio, escuchando el canto de cientos de pájaros, de diversas especies, con cientos de timbres y en distintas estaciones del año). La idea sugiere nutrirse de vibraciones hasta hacerlas parte, apropiarse de ellas para disponer de toda una riqueza armónica que nos permita desplegar un abanico de posibilidades al momento de expresarnos.
Pienso que tanto la radio como la música, por sí misma, son grandes constructoras de fantasía. La música sale del disco, o de los instrumentos, o de la voz, que son los soportes que producen la vibración; la radio tiene un soporte basado en las ondas electromagnéticas. Pero ambas son capaces de producir además sensaciones y sentimientos que a veces son indescriptibles desde otros soportes.
Todas estas ideas, y algunas más, me quedaron dando vueltas por la cabeza después de la Clínica de Composición Sonora.
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