lunes, 30 de agosto de 2010

Sobre El laberinto del Fauno. El rol femenino en el universo fantástico

"En los tiempos sombríos,

¿Se cantará también?

También se cantará sobre los tiempos sombríos."

Bertolt Brecht

El laberinto del fauno, de producción hispano-mexicana, forma parte de la trilogía de películas sobre la guerra civil española teñidas de un ambiente fantástico producidas por Guillermo del Toro. Es de destacar el rol del género femenino en el relato de corte ficcional testimonial.

En el oscuro universo de la posguerra española Ofelia (Ivana Baquero) es una niña de diez años que acompaña a su madre Carmen (Ariadna Gil). La mujer está embarazada pero su salud empeora día a día. En el pequeño pueblo vive Vidal (Sergi López), un cruel capitán franquista convertido en padrastro de la niña y padre de su hermano por nacer. Mercedes (Maribel Verdú) es la sirvienta-libertaria encargada de atenderlos. Las tres mujeres viven bajo la estricta vigilancia fascista.

El filme plantea una historia fantástica que se sostiene con recursos realistas. Como si se tratara de una pieza musical, Ofelia es la guía, la protagonista de las dos historias.

Carmen le recrimina a la niña su resistencia a participar de reuniones, su excesivo apego al servicio doméstico y su pertinaz negativa a llamarle “papá” al Capitán Vidal. “Deja de leer cuentos de hadas, ya eres grande. Cuando crezcas verás que el mundo de los adultos no es sencillo”, repite la madre. Ofelia la escucha con respeto, pero no comparte sus ideas y esto se observa en el tratamiento dramático de la película. La figura de la progenitora será reemplazada por Mercedes, quien cuidará de la niña y se identificará con ella. La valentía de las dos se pone de manifiesto a lo largo de todo el film y en los últimos tramos toma un cariz épico.

Desde lo fantástico, la película plantea el rol activo de la mujer en la posguerra española: la miliciana que se disfraza de asistenta para resistir junto a los maquis; la joven madre que, victima de engaños y presiones, intentará dar a la luz en medio de las tinieblas y la niña que asoma al mundo de los adultos sabiendo que el universo real tiene intersticios desde los que puede ser transformado.

Este tipo de películas cumple los dichos de la historiadora americana Natalie Davis: los filmes ficcionales no sólo explican el pasado sino que pueden oficiar como materiales pedagógicos en tanto proporcionan conocimiento[1].

Junto con la autora, creemos que las películas constituyen materiales históricos dignos de ser preservados. Incluyendo, claro está, aquellas obras que abrevan en la fantasía.


[1] Davis, Natalie: Slaves on screen: Film and historical visión. Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 2000. Pág. 164.


El laberinto del fauno será uno de los filmes analizados en profundidad durante las Jornadas sobre Lo fantástico en los artefactos culturales, que tendrán lugar en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de General Roca entre el 7 y el 9 de octubre próximos.



miércoles, 25 de agosto de 2010

¿La realidad se copia o la fantasía es visionaria?


¿Será que la realidad toma conceptos de la fantasía?

¿O acaso la fantasía anticipa a la realidad?

En los artefactos culturales encontramos muchas muestras que pueden leerse en ambos sentidos.

En 1966 la primera saga de “Viaje a las estrellas” mostraba unos adminículos singularmente parecidos a los actuales teléfonos celulares. Mientras tanto, Spock trabajaba en su computadora introduciendo unas tarjetas cuadradas que anunciaban a los ya fallecidos diskettes.

En ese mismo año, Julio Cortazar publica "Todos los fuegos el fuego", libro de cuentos que incluye el relato La autopista del sur. Ese texto cuenta un colosal embotellamiento en la autopista entre Fontainebleau y París. El atasco se extiende durante varios días, al punto de crear las condiciones para que se vaya estructurando una pequeña comunidad de viajeros en la que saldrán a la luz las grandezas y miserias de sus integrantes.

Casi medio siglo después la fábula de Cortazar se torna real en China, donde un monumental embotellamiento lleva ya diez días y amenaza con prolongarse. Según la información de agencias noticiosas internacionales, la situación se originó por la construcción de un camino en Beijing que no se completará sino hasta mediados del mes próximo.

Una fila interminable de vehículos que alcanza los 100 kilómetros avanza a poco más de un kilómetro por día.

Los automovilistas atascados pasan el tiempo durmiendo, caminando por los alrededores o jugando a los naipes o al ajedrez.

Mientras tanto, los aldeanos locales se han hecho literalmente su agosto vendiendo fideos de cocción inmediata, almuerzos y bocadillos, ofreciendo su mercancía en bicicleta entre los vehículos estacionados.

¿La realidad se copia o la fantasía es visionaria?






lunes, 23 de agosto de 2010

La TV también puede ser inteligente

Entre tanto reclamo (justo) por la nula calidad de muchos de sus productos, de vez en cuando hay ocasión para el aplauso a la televisión.

Una de ellas tuvo lugar a finales de la década de 1950, cuando la cadena norteamericana CBS comenzó a emitir la que luego se convertiría en una serie de culto: La dimensión desconocida (The twilight zone).

Mientras el cine y la televisión norteamericanos pagaban las consecuencias de la guerra fría con una mortificante restricción de sus agendas temáticas, hubo voluntades dispuestas a dejar en evidencia que la censura es estéril ante la inteligencia.

Una de ellas fue la del talentoso Rod Serling, quien descubrió que si la censura del mccartismo no le dejaba exponer libremente lo que pensaba, podría perforar la mordaza poniendo sus ideas en boca de personajes de fantasía, colocados en contextos y situaciones imaginarios. Y con ese recurso aquel ciclo de 92 episodios alcanzó la consagración.

En la apertura de cada capítulo Serling invitaba a abrir una puerta “con la llave de la imaginación. Tras ella encontraremos otra dimensión, una dimensión de sonido, una dimensión de visión, la dimensión de la mente. Estamos entrando en un mundo distinto, de sueños e ideas”.

El propio Serling escribió varias de las historias y cuando no lo hacía él, La dimensión desconocida dispuso de un plantel de prestigiosos autores de ciencia-ficción como Charles Beaumont, Richard Matheson, Jerry Sohl, George Clayton Johnson o Ray Bradbury.

Cada capítulo semanal de 30 minutos trazaba con maestría el dibujo artístico de la crítica social. Cada semana, desafíandose a sí misma, la televisión buceaba en las profundidades humanas. Sobre todo en sus costados más oscuros.

Si la realidad es inabordable –parece haber pensado Serling–, llegaremos hasta ella a través de la fantasía. En el camino fue ocupándose de asuntos tan reales como los prejuicios, los miedos, la intolerancia, los totalitarismos y demás miserias de ese mundo presuntamente feliz de los estadounidenses. Y lo hizo desde la misma (aparente) erosión de la realidad que la fantasía puede desplegar a partir de su enorme capacidad metafórica.

En aquel paisaje sombrío de los Estados Unidos la creatividad volvió a ofrecer su candil esencial.